Es invierno. Tobías Wesser delira en un hospital a altas horas de la noche, pero no es un hombre al que nadie vaya a llorar. Dentro de pocas horas estará muerto. Su hijo, al que todos llaman Caníbal, contempla el espectáculo junto a dos moscas, las únicas que han decidido hacerle compañía. Tras la muerte, sin apenas pistas para guiarlo, Caníbal se verá obligado a reconstruir ciertos recuerdos sobre su padre escondi¬dos muy dentro de su memoria. Tendrá que investigar la figura de ese hombre siniestro con el que apenas mantuvo trato cuando estaba vivo. Caníbal lo sabe: no se mata al padre, se desciende dentro de él. Muy pronto, el suyo se revelará como una enfermedad moral y física que lo ha perseguido durante toda la vida; y sus secretos le anunciarán un destino retorcido del que más le vale ponerse a salvo. En su superficie, Fiebre es una meditación acerca de la pérdida, la dificultad de asimilar y reconciliarse con el dolor y la muerte y el poder redentor de la memoria y la literatura. En sus territorios interiores, es también una novela mutante –negra, despiadada, fantástica- sobre la otredad, las maldiciones familiares y la posibilidad de reescribir nuestra vida para apropiarnos de otras.
La maison d'édition :
La editorial Candaya toma su nombre de ese reino fantástico al que se dirigen, montados en Clavileño, Don Quijote y Sancho para acabar con los hechizos diabólicos del gigante Malambruno. Con la misma vocación y voluntad quijotesca nace la editorial Candaya, que pretende, desde su modestia, luchar contra esos otros…
Me ha gustado mucho esta novela, por su tema primero, y por el tono del texto. Se trata de la relación, o mejor dicho de la falta de relación entre un padre y su hijo. Este, llamado Caníbal, está cuidando a su padre moribundo, en el hospital, contemplando a dos moscas omnipresentes que le hacen compañía. Ellas reaparecen en difererentes momentos del libro, y crean un ambiente angustioso y sórdido. Nos damos cuenta de que Caníbal no conoce a su padre, y lo único que recuerda de él son momentos lejanos, cuando era ñino y que le tenía miedo. Estas malas relaciones dificultan ahora en la vida de adulto sus relaciones con la gente, y particularmente con las mujeres; Al vigilar a su padre, Caníbal intenta descubrir quién era, Hace un vaivén entre el pasado y el presente, y al mismo tiempo intenta descubrirse a sí mismo. Lo que va descubriendo le angustia. La novela me parece interesante por su escritura. El estilo es fluido, agradable de leer. Me parece que tiene una gran profundidad psicológica. El final me sorprendió, y he tenido dificultades para comprenderlo, Todavía no estoy segura de comprenderlo bien. Sin embargo este libro merece que lo leamos Lucette
De entrada me llamó la atención esta novela por la belleza de la escritura, desde el principio, cuando evoca el protagonista-narrador su relación con su padre en la habitación del velatorio. Caníbal, ya por su mismo nombre, siempre linda con lo fantástico. Es un personaje complejo: cínico con Isabel D., compañera del instituto (p 64-65), con su colega de trabajo Moret a quien chantajea; en cambio, recobra humanidad al evocar a Sara, su difunta amante, y cuando nos describe su relación con Irene, la enfermera y, desde luego, los momentos con Lea, la hija de Irene, iluminan la novela. La alusión recurrente a las moscas, la rata negra, la cucaracha, la araña remiten al universo de Kafka y asistimos a la metamorfosis del padre que "cambia, enferma y muta" (p 209) y a la de Caníbal que intenta disimular, al final, "las manos de fosa, las grietas, y las uñas" que pueden asustar a los demás. El protagonista está investigando sobre quién fue su padre y, al mismo tiempo, se plantea la pregunta: "¿Quién soy yo?. Esta búsqueda lo llevará hasta "la cabaña en el campo" que había comprado su padre años atrás y que le legó (p 167). Allí se enfrentó con una terrible revelación (p 222-229) y, por eso: "Si un padre enferma y contamina cuantas vidas puede, el hijo limpia y restaura. Si un padre miente, el hijo hace una hoguera, tan grande como ambos para decir la verdad". Hasta el fin de esta segunda parte, me dejé llevar de la mano por el autor; debo confesar, en cambio, que, a mi modo de ver, sobra la tercera parte: me resulta confusa y, de cierta forma, echa
a perder la fuerza de la novela.